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Ilustración del Ingenio El Alto, año 1887
Por Thomas R. Lombarth |
Calle Típica de
Yuscarán,
fotografía de Héctor R. Cortés
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El Real de Minas de San José
de Yuscarán surgió a la vida, gracias al venero de cuantiosas riquezas en oro y
plata que abriga su pródigo subsuelo. El
corresponsal del diario El Republicano de 15 de diciembre de 1886, dice desde
el puerto de Trujillo lo siguiente: “Para formarse una idea exacta de la riqueza minera que encierra el vasto
territorio hondureño, necesario es visitarlo.
Quién ha pisado el Guayape, Yuscarán y Erandique, quien ha visto eso
enormes cerros repletos de plata y ese caudaloso río saturado de oro, nos hará
justicia, diciendo: que nuestro acierto es verídico.
La mayor parte de las poblaciones de Honduras han sido
fundadas sobre minas que antiguamente estuvieron en elaboración. Los españoles
conquistadores de esta tierra, en donde encontraban una mina hacían un pueblo.
La catedral y el hermosísimo puente de Tegucigalpa son monumentos levantados
con los productos de los ricos filones de sus minas: la primera obra fue
iniciativa del ilustrado y virtuosos Presbítero Zelaya, la segunda por el
vecindario.
Por largos años la minería fue
el patrimonio de los hondureños. Ahora de nuevo empiezan a buscar la riqueza en
las entrañas de la tierra. En Yuscarán
hay siete compañías norteamericanas, una de reducción y otras mineras y
no obstante de ser sus labores hasta la fecha
preliminares, ponen en circulación, mensual, más de cien mil pesos. Los
trabajos continúan con actividad asombrosa, todas ellas piensan y tienen el
convencimiento de obtener pingueis ganancias del dinero invertido.
Las citadas compañías son dueñas de grandes minas
conocidas con los nombre de Guayabillas, Quemazones, Capiro y El Novillo; las
que sin agotarse han sido por espacio de muchos años un emporio de riqueza.
Historia
de las minas de Yuscarán.
El descubrimiento del mineral de Yuscarán tuvo lugar
en el siglo XVII por vecinos del pueblo de Potrerillos al andar en busca de
ganado de un señor Rodríguez, que había desaparecido del retiro llamado Los
Tablones y también en persecución de un tigre que en el lugar llamado Agua
Blanca, devoró a un hijo del señor Rodríguez con ocasión de estar salitreando ganado. Los vecinos siguieron las
huellas del ganado de Los Tablones al Río de los Aguacates y de allí por la
Quebrada Grande hasta el lugar Las Yguanas en donde encontraron el ganado
lamiendo un terreno blanco al que examinarlo por los vecinos, resultó ser un
gran yacimiento de plata virgen que en seguida constituyó la rica mina de
Yguanos. Con el descubrimiento se precedió a la explotación constituyéndose el
plantel en una planada que hoy ocupa las huertas del señor Felipe Lezama, doña
Jesús Q. v de Fortín y doña Isabel Videa y los hornos de fundición en una pendiente ocupada hoy por las casas de
don Andrés González en el lugar El Palomar, de Felipe Cerrato Lezama; en Las
Congojas, de don Dionisio Licona, en El Pacón y huerta de María del Rosario
Mejía, en la Casa Vieja, de cuyos hornos hoy existen como recuerdo grandes
capas de grasa en dicha pendiente. Con el hallazgo de la riquísima mina
acudieron familias de Potrerillos, Santa Lucia, San Antonio de Oriente, El
Corpus y Comayagua en busca de trabajo, formándose la población en el lugar que
llamaron Las Congojas.
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Ilustración del Ingenio de la Mina Guayabillas, 1887
Por Thomas R. Lombarth |
Por ese tiempo vino un
sacerdote español y dijo misa, la primera en este mineral, en una garita que se
construyó en una planada que hoy ocupa la casa de herederos de don Jesús
Medina, inmediata a otra casa de construcción española llamada Los Cocos que
aún existe, perteneciente a doña Margarita Varela v. de Sierra. Con la
explotación de la mina aumentó el número de habitantes formando el pueblo en
una planada llamada El Novillo y el cementerio en el lugar que ocupa la casa
que fue de don P. Imbodem y hoy de herederos de doña Concepción de Rosales en
el barrio de la Plazuela de esta ciudad. Un tiempo después, el lugar de El
Novillo no tuvo capacidad para el alojamiento de habitantes y entonces éstos
dispusieron trasladar la población a otro lugar para lo cual estudiaron los
llanos de El Cacao y San Luis, tropezando con la dificultad de la
introducción del agua potable y
concluyeron por formar la población en la pendiente que hoy ocupa la ciudad de
Yuscarán y el cementerio en el que hoy es el Barrio El Calvario.
Después del descubrimiento de
la mina de Iguanas y en el mismo siglo XVII se descubrió la famosa mina de oro
a la que le llamaron Guayabillas situada en el lugar que hoy ocupa la aldea de
San Luis. Cada año, los dueños de minas acudían a la ciudad de Comayagua a
pagar el impuesto y a proveerse de azogue,
por esto en los archivos de aquella ciudad se pueden obtener el dato de
que la producción anual de la mina Guayabillas era de dos millones de onzas de
oro. La mina dejó de trabajarse al proclamarse la independencia de Centro
América porque sus dueños eran españoles y huyeron por temor a las amenazas de
nuestros indígenas.
Una de las
bocaminas de la mina de Guayabillas
Fotografía Héctor R. Cortés
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En el año de 1892, don Jacobo
P. Imbodem, por cuenta de una compañía inglesa, estableció trabajos para
desaguar y explotar la mina, colocando al efecto una potente bomba con la que
secó el primer pozo y la primera galería en donde encontraron el primer pilar,
sistema que empleaban los españoles para sostener la mina, cuyo pilar fue
arrancado y de su beneficio rindió el producto de seis arrobas de oro, metal
precioso que el señor Imbodem remitió a New York, conduciéndolo hasta el puerto
de Amapala un negro de apellido Maike.
Con motivo del movimiento revolucionario encabezado por el Dr. Policarpo
Bonilla, en el año de 1893, el señor Imbodem emigró con su familia para la República
de Guatemala.
Ya en el siglo de XVIII se habían descubierto las minas de Monserrat, Santa
Elena, El Suyate, El Platero, El Zapote, San Juan, El Sacramento y muchos hasta
el presente siglo, llegando al número de ciento veinte, según denuncias que se
encontraron en los archivos de la Gobernación Política y del Juzgado de Letras
en el año de 1912, para dar el informe del año económico en el Ramo de Fomento
al Supremo Poder Ejecutivo.
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Ilustración mina de Quemazones, año 1887
Por Thomas R. Lombarth |
El dueño de la mina Sacramento, don Pedro Fortín,
prometió dar a la iglesia el primer hallazgo de plata que tuviera y como milagro,
al poco trabajar, encontró un lingote en estado natural que pesó seis arrobas e
inmediatamente cumplió su promesa dándoselo a la iglesia, cuyo obsequio recibió
el Sacerdote don José Ángel Carrasco y del cual se hizo construir una hermosa
lámpara de cien candelabros, de grandes dimensiones. Esta obra de un verdadero
artífice que servía para iluminar la Iglesia en los días de Semana Santa
consagrados a la pasión del Divino Nazareno, tuvo vida efímera porque se fundió
al quemarse la iglesia el 3 de enero de 1861, como un castigo del cielo, por el
sacrilegio que cometieron los que robaron sus tesoros sagrados; la custodia y
el cáliz de oro. Perdiéndose por consecuencia además de la famosa lámpara, los
marcos de plata que estaban guardados en caja de hierro, quedando exhausto el tesoro
eclesiástico de este curato. Don Julio Obando salvó de las llamas la hostia
consagrada del Divino Sacramento.
La mina Monserrat fue descubierta por don Victoriano
Girón quien la vendió a los señores Pantaleon y Jorge Colliler; estos a su vez,
la traspasaron a la compañía que presidio Mister Scott. La mina estuvo
explotándose bajo la superintendencia de Mister Croh hasta el año de 1894; de
Mister Preston H. Hasquel, durante el año de 1896 y de Gral. Ricardo Streber
hasta 1898, año en que clausuró los trabajos.
Por los años de 1880 a 1884 los señores Federico
Durón, Felix Serra, Jorge Collier, José Maria Uncal, Vicente Williams y Juan D.
Kler, a quien generalmente llamaban “Mister Fear”, organizaron una compañía
para explotar las minas de Capiro y otras cercanas a Guayabillas.
Estas minas
fueron explotadas de 1888 a 1893, por la misma compañía inglesa que
representó en esta ciudad don Jacobo P. Imbodem
cuando este intentó desaguar la mina de Guayabillas instalándose una
maquinaria en el lugar “Los Ultimos”, que al decir de expertos en aquella época
era la primera de una clase muy valiosa, que funcionaba en la exploración de
Centro América. Estaba dotada de una planta de luz eléctrica, cuando no era conocida en ninguna población de
Honduras y quizá en la América Central.
El real de minas de San José de Yuscarán fue su primer nombre que sonoro y vibrante,
llegara a la Caja real de la tutora poderosa y que no oyeron muellemente Carlos
V y Felipe II.
Como es de suponerse, el crecimiento de su población
fue rápido, habiendo necesidad de que el mineral tuviera sus autoridades que
velaran por el orden y dirimieran sus querellas. Así fue que el 22 de febrero
de 1792, el subdelegado que presidía el gobierno e intendencia del partido de
Tegucigalpa, don Pedro Mártir de Zelaya, comisionó al Juez Territorial, don
Fernando José Avilés para que practicase la primera elección de autoridades
locales.
Los señores suizos don Carlos y don Otto Zurcher se
organizaron en compañía las minas “Comunidad”, San Miguel, El Cañon o
Sacramento en el año de 1883 y establecieron los trabajos en gran escala que
duraron hasta el año de 1898, terminando por lo bajo de precio de la plata y
por un litigio que les entabló el General Ricardo Streber, atribuyéndose haber
penetrado las labores de la compañía Zurcher a la zona minera de Monserrat. Los
señores Zurcher intentaron desaguar la mina de Iguanos y para esto construyeron
un taladro en lugar “Plantel Central”, cuyo taladro llega a la mina de “El
Cañon”, la cual al desaguarse ahogó a un itlalinao de apellido Prioli. Los
señores Zurcher, por su laboriosidad y estado de cultura, dejaron en Yuscarán
gratísimos recuerdos.
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Entrada de la Mina Sacramento o La Suiza
Archivo Casa Fortín |
Con la paralización de los trabajos de las zonas
mineras que explotaban los hermanos Zurcher, estos dejaron de pagar al Estado,
por varios años, el canon de ley, por lo que según solicitud presentada el 22
de agosto del año de 1935, por el Lic. Jacinto R. Rivas, se declararon caducas,
rematándose por la cantidad de (L. 13,500) trece mil quinientos lempiras a
favor de la compañía que regentaba el Sr. Culotta.
El año de 1888, los señores ingleses Vicente Lombar y
Roberto Hason negociaron con don Alberto Zelaya, don Francisco Murillo y doña
Clara Fúnez v. de Bonilla, las minas del cerro de Santa Elena, pagando al
primero de los vendedores por su acción, sesenta mil pesos en moneda y dando a
los otros dos una fabulosa cantidad de bonos para cobrar en Bancos de
Inglaterra, cuya cantidad perdieron porque no la pudieron cobrar y que nunca
más volvieron los compradores a esta ciudad. Estas minas muy ricas en oro
dejaron de explotarse en el año de 1892 porque los encargados del trabajo no
rindieron cuentas satisfactorias a los dueños.
La mina Quemazones fue re descubierta en el año de 1859 por don Hilario
Rivera y don Dario Fortín.
Planteles.
Los Planteles de beneficio de brozas, de estas minas fueron: Plantel de Santa
Elena, Plantel de La Suiza, Plantel Los Aguacates, Ingenio Las Lajas, Ingenio
El Alto, Ingenio Los Cocos y Plantel Los Últimos, de los cuales existen
vestigios de máquinas destruidas por la acción del tiempo.
Plantel La Suiza, propiedad de los Zurcher, estaba situado en una
planada comprendida entre los cerros de Quemazones, Cerro de la Vieja y Santa
Elena. En este lugar, por la deliciosa frescura de la vegetación y por la
abundancia de agua, se establecieron las oficinas de la compañía minera, teniendo
toda la amplitud y confort, corriendo por el centro de ella la corriente
caudalosa de la Quebrada Grande que tiene su nacimiento, juntamente con los
Yeguare, Oropolí y el de Aguacates, en el Cerro de Los Camones, donde se dice
existe un volcán de agua, algo parecido al volcán de Agua de Guatemala. Esta
quebrada corre cual serpiente de plata, por una cañada que rodea casi toda la
población. En el fondo de la cañada, la vegetación lo cubrió todo; plátanos de
todas clases que nada tienen que envidiar a los que se producen en las márgenes
del Rio Ulúa; cafetos, naranjas dulces de todas clases: naranjas pomelas,
naranjas limas y naranjas toronjas; ciruelas del país y japonesas, etc.
La cañada de por sí, con su flora, es un jardín; y un jardín de
maravilla. Por la noche, aparte del espectáculo grandioso de las tierras
tropicales, se oyen los trinos de los pájaros.
Por el extremo opuesto a la ciudad y paralela a la Quebrada Grande,
corre un vertiente, derrame del depósito de agua potable que surte a la
población conocida como de Agua Salada, que lo menos que tiene es ser salada.
Esta quebrada corre por entre una cañada un tanto árida que forma el borde de
la ciudad y el cerro de Santa Anita, que se yergue frente a la sultana de
Oriente y desde cuya cumbre se mira un paisaje bellísimo, destacándose el
Cuartel con el aroma de sus flores y la verdura de sus legumbres.
Las habitantes de esta región se dedican exclusivamente a la cría de
cerdos y gallinas. Quizá por esto
abundan los guasalos, el eterno enemigo de las gallinas. Y de ahí el nombre de
“Guazalada”, en vez de Agua Salada, que por antonomasia le han puesto las
gentes.
Publicado por Lic. Hector Ramón Cortés en la revista Yuscarán, Ayer y Hoy, Número 5, Abril 2013
Fuente: Revista de La Biblioteca
y Archivos Nacionales año 1942, Fuente original Fragmentos del libro Inédito:
“Reseña Histórico-Geográfica, Económica y Social del Municipio de Yuscarán”,
escrito por Carlos A. Vallecillo.