domingo, 2 de junio de 2013

Profesor Ramón Montoya Cerrato

Firma de Ramón Montoya C.
Museo Casa Fortín - Yuscarán
Este incansable luchador de la filas del magisterio nació en el pueblo de Jacaleapa  Departamento de El Paraíso, el 31 de agosto de 1871. Fueron sus padres don Esteban Montoya y doña Magdalena Cerrato de Montoya, originarios,  el primero de  Yuscarán y la segunda, del pueblo de Santa Lucia, departamento de Francisco Morazán.
Cuando apenas contaba con ocho años de edad la muerte le arrebató su buena madre. Poco tiempo después  de tan triste suceso su padre se trasladó con toda la familia a Danlí, donde por entonces fijó su residencia. En este último lugar continuó el niño Montoya frecuentando la escuela, con mucha irregularidad, por las dificultades que es fácil deducir, dada la falta de su madre.
              
Como el mal nunca anda solo, pocos años después de haber muerto la autora de sus días, y cuando iba a cumplir trece años de edad, murió también su padre, faltándole con esta nueva desgracia el único apoyo que le quedaba en el mundo. Huérfano entonces y sin recursos de ningún género se trasladó a Yuscarán, en 1889, donde había un Colegio de Segunda Enseñanza, dirigido atinadamente por el Profesor don J. Inocente Orellana distinguido pedagogo guatemalteco. Al principio tuvo dificultades para ingresar en el    establecimiento, ganándose la vida mientras tanto, trabajando como aprendiz de sastre.  Mas como sus deseos vehementes eran seguir una carrera literaria, insistió de nuevo logrando al fin ser admitido como alumno sirviente en el centro aludido, en el año de 1891. El Profesor Orellana lo favoreció con su cariño el cual procuró merecer, siendo atento y servicial. Se aplicó de tal manera al estudio el joven Montoya que, a pesar del tiempo que involuntariamente había perdido, alcanzó ese año un progreso notable. Un día su maestro lo llamó aparte y le dijo que el Colegio sería clausurado después de practicados los exámenes, por falta de fondos para su sostenimiento, y que él se marcharía con dirección a Guatemala; añadiendo que si él (Montoya) quería seguirlo, podía llevarlo en su compañía, propuesta generosa que al punto fue aceptada por don Ramón, lleno de júbilo y reconocimiento.

                En el mes de diciembre de 1891 hicieron el viaje de referencia, pese a no haber cursado aún toda la enseñanza primaria, logró una beca y ese mismo día se emitió el acuerdo concediéndosele una plaza como alumno becario en la Escuela Normal para que hiciera estudios de Maestro de Instrucción Primaria y Complementaria. Como no tenía la preparación suficiente pasó un año en la Complementaria, habiendo hecho en ese tiempo dos grados que le faltaban para pasar al primer curso de estudios normales. En los cuatro años siguientes  cursó y aprobó todas la asignaturas que la ley fijaba para obtener el título de Maestro de Instrucción Primeria y complementaria, lo mismo que el de Graduado en CC y LL., que por gracia  especial se le concedió, previo al examen respectivo. Esto sucedió en noviembre de 1896.

Establecimiento particular regentado por don Santiago de Guardiola, súbdito español. Un día de tantos, al pasar por el Instituto, el portero le entregó un telegrama que de Yuscarán le dirigía su antiguo maestro, el Profesor Orellana, que hacía poco tiempo había regresado a Honduras, en el que le llamaba para que viniera a colaborar con él en el Colegio de Yuscarán, abierto nuevamente. No pudiendo desoír la voz del maestro, decidió volver a su solar nativo, después de cerca de ocho años de ausencia.
 
                El 19 de mayo de 1899 llegó a Yuscarán y el día siguiente comenzó sus tareas en el Colegio, pues aunque el señor Director le manifestara su deseo de que concediera algún descanso, no quiso porque los alumnos habían perdido mucho tiempo y era preciso reponerlo cuanto antes.

                Como había escasez de profesores, el Director le encomendó la enseñanza de siete asignaturas de las más difíciles, con el carácter de profesor interno. Aceptó de buen agrado porque tenía frescos aún los conocimientos y sobre todo, se sentía con fuerzas suficientes y mucho entusiasmo y amor hacia la profesión.

                El Colegio muy pronto volvió a languidecer, siempre por la misma causa: escasez de dinero para su sostenimiento. Después de los exámenes de fin de curso, el Director, señor Orellana fue contratado para ir a Juticalpa a ponerse al frente de otro establecimiento análogo y le manifestó que su deseo era que permaneciese prestando sus servicios en el Colegio de Yuscarán, por más que para él sería de mucho gusto que lo acompañara a su nuevo destino. Siguió don Ramón en su querido terruño, actuando entonces como Director del Colegio el Licenciado don Jacinto Rivas, a quien sustituyó poco tiempo después el de igual título, don Ricardo Pineda.

                Por graves alteraciones ocurridas en la salud del Profesor Montoya, a consecuencia del exceso de trabajo, interpuso su renuncia, la que fue aceptada. En seguida desempeñó el cargo de Profesor de los niños del Licenciado don Gilberto Larios, cuya familia residía en la Hacienda Colon, en el Departamento de Choluteca. Permaneció en dicho lugar por dos períodos escolares, de 1901 a 1903.

                Muy pronto dejó de ser empleado de comercio para estar fuera de su elemento. Volvió a su misión de maestro, tomando a su cargo la enseñanza de varios niños pertenecientes a las familias principales, mediante contrato particular.

                En el año de 1905 se hizo cargo de la Dirección de la Escuela de Varones de la misma ciudad de Yuscarán, cargo que desempeñó durante los años de 1905, 1906 y 1907, hasta mediados de 1908, ya que por dificultades económicas del tesoro municipal, fue clausurada la Escuela de referencia.

                Se trasladó entonces a la capital donde encontró ocupación en la Escuela Normal de Varones. Desempeñaba en ese establecimiento el modesto cargo de Instructor Segundo cuando fue nombrado Director General de Instrucción Primaria; esto en septiembre del propio año de 1908. Estuvo en ese empleo hasta mayo de 1909 en que fue suprimida la Oficina antes dicha por razones de economía, según lo entendió el entonces Presidente de la República, General don Miguel R. Dávila.

Volvió a la Normal de Varones con el nombramiento de profesor de varias asignaturas y Secretario con funciones de Sub-Director, empleos que tuvo hasta el año de 1915 en que dejó de ser Director el inolvidable Maestro Don Pedro Nufio.

                Teniendo el señor Montoya en sus manos el título de Bachiller, resolvió seguir la carrera de Abogado, para lo cual se matriculó en la Escuela de Derecho y Notariado, el año de 1897, estudios que abandonó.

                En 1917 fue designado para la Dirección de la Escuela Normal de Varones el Doctor Don Manuel F. Barahona, quien llamó a don Ramón para que desempeñara el cargo de Profesor de Matemáticas, Ciencias Naturales  y un curso de Pedagogía. Esta tercera etapa de su labor en la Normal duró hasta el 31 de enero de 1921 ya que tuvo que dejar el país para fijar su residencia en la ciudad de Guatemala. Luego, después de haber llegado a este lugar encontró trabajo como Profesor en la Escuela Normal Central de Varones.

                Durante su permanencia en la ciudad antes dicha que, fue de ocho años, desempeñó los cargos de Profesor en las Escuelas Normales de ambos sexos e Inspector Técnico de las Escuelas Primarias y de los Colegios Privados de la capital chapina.

                Regresó al país mediante llamamiento que se le hizo, a principios de marzo de 1929, para que viniera a ocupar el puesto como  Vocal del consejo Nacional de Educación Pública. En este puesto permaneció hasta el 30 de abril de 1930. Desde esta fecha, por motivos de enfermedad, especialmente de la vista, sin duda debido al trabajo fatigoso e incesante, se ha retirado del servicio activo en la enseñanza, pero su espíritu de maestro se manifiesta en toda ocasión. Nuestra Escuela, para el caso, ha recibido su acción benefactora, obsequiándole un numeroso y magnifico lote de libros para su Biblioteca, lo mismo que varias y valiosas muestras de minerales para el pequeño museo que estamos formando. Por otra parte, con frecuencia nos visita y aún nos ayuda en nuestras labores docentes, dándonos oportunos y sabios consejos que mucho le agradecemos.

                El que esto escribe tiene algo que agradecerle eternamente a don Ramón: cuando trataba de solicitar beca para hacer sus estudios en la Normal, así como el señor Orellana le indicara el camino en caso semejante, al que había de ser después abnegado maestro, él, don Ramón Montoya Cerrato, no sólo dijo a su favorecido lo que debía hacer, sino que de su propia mano escribió la solicitud respectiva.

                Y nos cuenta, que a pesar de la difícil situación económica por que atraviesa, tiene para obsequiar a las escuelas. ¡Hechos nobles que nos dicen de un corazón generoso!
!Loor al Maestro que ha sacrificado su existencia en bien de la juventud! La Escuela “Alvaro Contreras” siente intima complacencia al rendirle este homenaje de simpatía y reconocimiento, honrándose a la vez al dar su nombre a una de sus aulas.


Martin Alvarado, Tegucigalpa, 17 de septiembre de 1933, Revista del Archivo y Biblioteca Nacionales.
Investigación y Recopilaciones Lic. Héctor Ramón Cortés Cáceres, Publicado en la Revista, Yuscarán, Ayer y Hoy.


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