domingo, 2 de junio de 2013

Yuscarán en el año 1889

Siendo el Dr. Ramón R. Vallejo Director de Estadísticas, se publicó el Primer Anuario Estadístico de Honduras en el año de 1889,  en este se incluyen muchos datos significativos de la Yuscarán de finales del siglo XIX que hoy resumo para ustedes, con el fin de ilustrar ese periodo de Yuscarán en el que se hacían enormes esfuerzos por vitalizar la actividad minera, ya  que está había decaído ya sustancialmente. La información publicada en ese entonces es muy valiosa sobre edificaciones, salarios y personajes de esa época.

Yuscarán, cabecera departamental.

Ciudad fundada en 1744, según lo asegura Manuel Colindres, testigo que presentó María de los Ángeles Cerna, en una cuestión que se debatió ante los tribunales de justicia, en los años de 1774, sobre la propiedad de una mina. En 1744 se hicieron los primeros descubrimientos de las ricas minas llamadas Quemazones y Guayabillas y posteriormente las de San José, Nuestra Señora de los Remedios, Nuestra Señora de la Luz, San Rafael y cien minas más, este fue el siglo de esplendor.

A la importancia de estos descubrimientos, a las prodigiosas riquezas que extraían sus explotadores y que llamó fuertemente la atención de los españoles, se debe la rapidez con que se pobló la ciudad de Yuscarán, que está situada  al pie de la montaña que lleva su nombre en una localidad muy quebrada a 3,477 pies sobre el nivel del mar.
Yuscarán, por las innumerables minas que se encuentran en todos sus cerros y montañas, está llamado a ser un día no lejano una ciudad floreciente, por la actividad que ya se ve, por las compañías mineras que se encuentran allí establecidas de una manera formal, por la bondad de su clima, de sus aguas y aún de sus habitantes.

Sus edificios públicos, son: un cabildo de dos pisos, un edificio para hospital, un bonito panteón, cómodos lavaderos públicos y una iglesia. Esta ciudad esta abundantemente provista de agua, que circula por toda ella en tubos de hierro, y la cual se toma en el lugar llamado “Los Iguanos” como a 800 varas de la población.


Sus calles están alumbradas.  En el censo general levantado en 1881 figura con una población de 2,614 habitantes. El de 1887 le añadió 3,633 alojados en 302 casas entre las cuales se contaron siete de dos pisos, fuera de las que se han construido recientemente al estilo moderno y con muy buen gusto.

Distancias
Las distancias que separan esta ciudad de las demás pueblos del departamento, son las siguientes: de Yuscarán a Texiguat 16 leguas, a Liure 20, a Soledad 20, a San Lucas 12, a San Antonio de Flores 12, a Vado Ancho 16, a Yauyupe 13, a Danlí 12, a Morocelí 7, a Jacaleapa 8, a Alauca 8, a El Paraíso 13, a Teupasenti 12 a Guinope 4 y a Oropolí 5.

Personal de Gobierno.
El presidente de la República era en ese año Don Luis Bográn descendiente  Romain Beaugrand, francés que se estableció en Yuscarán  a principios de los 1800. 

Diputados. El congreso Nacional estaba formado por 31 diputados, siendo su presidente el Diputado por El Paraíso Don Manuel Gamero, también por este departamento eran diputados los yuscaranenses Manuel Colindres y Alesio Fortín, los que ganaban como diputados 450 pesos.

El Gobernador político de ese año era Don Cayetano Bonilla que devengaba 90 pesos, secretario de la gobernación Eduardo Bonilla con un sueldo de 40 pesos y el escribiente de la gobernación era don Pedro Bonilla que ganaba 20 pesos.

La comandancia de Armas de departamento estaba a cargo del Coronel yuscaranense Rafael Ramírez que devengaba 100 pesos como comandante departamental, comandantes de distritos  ganaban 50 pesos. Los tenientes ganaban 30 pesos y los subtenientes 25 pesos.

La Administración de Rentas de El Paraíso estaba dirigida por el yuscaranense Casto Fortín como administrador devengaba 100 pesos, también eran empleados de esta dependencia Teodoro Murillo como Contador ganando 50 pesos, Tomás Cerna, escribiente con un sueldo de 20 pesos y Pedro A. Rivas inspector que ganaba 50 pesos mensuales.

El juzgado de paz contaba con el siguiente personal, Dr. Alberto Mendoza Juez de Letras que ganaba 90 pesos, Bhr. Francisco Argueta V. era el Secretario y ganaba 40 pesos, José I. González era el Receptor que devengaba 30 pesos, 25 como escribiente y 5 mas como conserje.

Colegio de Yuscarán. En Honduras en 1889 existían 5 colegios de segunda enseñanza el de Yuscarán era dirigido por el maestro guatemalteco Don Clemente Chavarría, y como profesor don Inocente Orellana también guatemalteco que devengaba 25 pesos mensuales.

La oficina Telegráfica estaba compuesta por F. Cerrato telegrafista ganando 40 pesos, Eugenio Coello celador que ganaba 8 pesos y Simeón Salinas el cartero que ganaba 3 pesos mensuales. La línea telegráfica partía de Tegucigalpa a San Juancito 21 millas, San Juancito Valle de Angeles 9 millas, Valle de Angeles a San Antonio de Oriente 12 millas, de San Antonio de Oriente a Guinope, 12 millas, de Guinope a Yuscarán, 15 millas, de Yuscarán a Danlí 30 millas, de Danlí a El Paraíso 12 millas y de El Paraíso a la frontera 12 millas de alambrado telegráfico.  Y estaba en proyecto la línea telefónica de Yuscarán a Texiguat que comprendería 42 millas de cable.

El vicario y cura de Yuscarán era el presbítero Francisco Andrade.

Por Lic. Hector Ramón Cortés
Publicado en la Revista Yuscarán, Ayer y Hoy, Número 5, Abril 2013



Poeta Santiago Flores Ochoa



Poeta Santiago Flores Ochoa
Nació en Yuscarán, El Paraíso el 11 de septiembre de 1918 y murio el 17 de diciembre 1989 poeta, periodista y diplomático. Hijo de María Ortencia Ochoa Cortés y de Armando Flores Fiallos. Fueron sus abuelos don Horacio Ochoa Mejia y doña Asunción Cortés Sevilla hija de don León Cortés famoso comerciante y alcalde de Yuscarán. 

Formó parte de la Academia Hondureña de la Lengua; en 1982 el Estado de Honduras le otorgó el Premio Nacional de Literatura "Ramón Rosa". Entre sus libros destacan “Sonetos de Luz al viento” (Mexico 1963), “Sonetos Equinocciales” (Bogota, Colombia 1973), “Los Angeles Nocturnos” (Buenos Aires, Argentina, 1969), "El Retorno de Caín" (Buenos Aires, Argentina, 1970). Durante muchisimos años fue el editorialista del Diario El Cronista de la ciudad de Tegucigalpa. 


Rimas en la noche (1962)
Libro Sonetos de luz al viento 

Un resplandor de luna y un vientecillo alegre
que salta las laderas y despeina las espigas,
y el sopor enervante de las horas nocturnas
celosas a mi anhelo y a mi sueño furtivas.

Un desfile lumínico de viajeras luciérnagas
que horadan las paredes aéreas de la noche,
un pájaro que trina, un arroyo que canta
y un pálido lucero dormido sobre el monte.

La brisa perfumada refugiase en mis manos
de tibias epidermis y afina las cigarras
su monocorde acento, su saltarín arpegio
que perece arrancado de tambores de plata.

Alientos musicales que vienen de los pinos
de copas seculares. Hoy diálogos de estrellas
en el azul profundo, en el océano inmenso
donde los astros siguen sus veredas eternas.

Resalta, allá a lo lejos, la torre de la ermita,
soberbia, esbelta y santa como monja devota,
mientras un viento alegre y un resplandor de luna
ahuécanse en el alma, tremendamente sola.


Por Lic. Hector Ramón Cortés Cáceres 
Publicado en la Revista Yuscarán, Ayer y Hoy


Pintora Teresita Victoria Fortin


Teresa Victoria Fortín Flores. Nació en Tegucigalpa el 18 de noviembre de 1886. Hija del Dr. Miguel Antonio Fortín Franco (Nacido en San Antonio de Oriente el 11/sep/1863 y murió en El Salvador a los 66 años) y de María Pio Flores, quien muere siendo Teresa Victoria una niña.
Hermana de Emilio Fortín Flores, . Gracias a su amistad con el maestro Pablo Zelaya Sierra (acababa de regresar de Europa), empezó por el camino academicista, integrándose a una generación que ya luchaba en el campo del arte, entre quienes se cuentan la poeta Clementina Suárez y la maestra de música Mercedes Agurcia Membreño.



Muerto su padre, el Doctor don Miguel Ángel Fortín a quien ella dedicó los mejores años de su vida, Por otra parte, ella cooperó con la Misión Científica del Peadoby Museum de la fundación Carnegie, que en 1938 limpió y restauró el Parque Arqueológico de Copán.

Durante el año de 1934, interviene en la fundación, con el maestro Carlos Zúniga Figueroa, de la "Academia Nacional de Dibujo Claroscuro al Natural", en la que participa como maestra. Al mismo tiempo no descuida su carrera artística, por lo que hasta finalizar la década, realiza cinco exposiciones personales y envía muestras a ocho colectivas. En 1942, a solicitud del obispo de Tegucigalpa, Agustin Hombach, forma parte del equipo de Restauración, con el italiano Alejandro del Vecchio, de los evangelistas pintados por Jose Miguel Gómez en las pechinas de la cúpula de la Catedral de Tegucigalpa. Este trabajo le produce una gran inspiración, por lo que durante un buen tiempo se dedica  a la pintura religiosa.


En el año 1948 gana el Premio del Salón Anual del Instituto de Cultura Interamericana.  En 1950 y 1960 expone en Guatemala, España y Estados Unidos. La revista alemana  “Spiegel" publica un interesante reportaje sobre su labor artística. Luego al transcurrir la década del 60 al 70, realiza nuevas exposiciones bajo el patrocinio del Instituto  Hondureño de Cultura Interamericana, y uno de sus cuadros, el titulado "La última esperanza", se emplea como símbolo de concordia en la Organización de las Naciones Unidas. el año de 1977 concurre al "Certamen Permanente Centroamericano 15 de  septiembre" que patrocina el Ministerio de Educación Pública de Guatemala. En 1978 es invitada especial del Instituto Italo-latinoamericano de Roma para intervenir en la "Quinta Muestra de Pintura Latinoamericana" hecha durante el mes de mayo. El 28 de septiembre de ese año recibe el Lauro de Oro del Distrito Central y el 29 de septiembre de 1980 es condecorada con la Hoja de Liquidámbar en Plata por aquella dependencia. Finalmente, el 22 de noviembre del mismo año se le entrega el Premio Nacional de Arte Pablo Zelaya Sierra.


Como puede verse, Teresita Fortín fue fundamentalmente autodidacta. Su evolución artística comprende algunas etapas bien definidas. Durante sus comienzos pinta objetos con un estilo realista. Más adelante hace paisajes dentro del impresionismo, recurriendo en algunos casos a la técnica de la pintura con espátula, según lo confirman sus obras "Incendio de bosque" (1940), "El pino" (1947) y "Tormenta " (1959). Dentro de este mismo género ensayó el "Collage", así lo demuestra su obra "El volcán", donde el follaje de los arboles fue hecho con  hojas adheridas a la tela.

En determinado momento de su vida, Teresita Fortín hace también pintura religiosa. Son  notables a este respecto su "Cabeza de Cristo" (1930) y la "La Crucifixión" (1933) donde emplea colores suaves y se mantiene dentro de los cánones del realismo, sin llegar a los extremos del barroco. Ensaya igualmente, el colorismo objetivo con distintos materiales, incluida la terralaca. Por último y como una muestra de su versatilidad, hizo pintura "naif", algunos de cuyos cuadros fueron expuestos durante el año 1977 en el salón de la Biblioteca Nacional bajo el título de "Recuerdos". Ya anciana (a los 70 años) retorna al bregar de las exposiciones individuales, presentando una colección de 36 lienzos, titulada “Mi Vida”.

La crítica internacional ubicó a Teresa Victoria Fortín como La Naif más representativa de Honduras; Betty La Duke realizó excelentes estudios sobre su pintura, la que trascendió las fronteras patrias. Fortín murió en el seno de su familia y rodeada del cariño. Sin embargo, su memoria permanece en los viejos corredores de la Escuela Nacional de Bellas Artes y su vida y obra son materia obligada de estudio en el pensum académico de esta.

Teresita Fortín es discreta en el empleo de colores, su temperamento artístico es suave, incluso cuando le toca representar el vigor de la naturaleza tropical, es decir, las plantas, las flores y los cielos. Todos sus cuadros reflejan una gran dulzura, lo que demuestra que fueron hechos por un alma tranquila, en la que el amor era el sentimiento predominante.

Por Lic. Hector Ramón Cortés Cáceres, Publicado en la Revista Yuscarán, Ayer y Hoy, Número 2, Enero 2013
Fuentes: Antología de las artes plásticas de 1997 y el libro Mujer, Familia y Sociedad de Leticia de Oyuela.




Escultor Obed Valladares



Nació en Yuscarán, el 4 de mayo de 1955

Escultor expresionista que pudo abordar con propiedad temas desde  literatura nacional hasta lo histórico y lo étnico. Catedrático de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Realizó estudios de restauración y rescate arqueológico de cerámica precolombina y colonial en Panamá. Fue becado por el gobierno de Italia para estudiar en aquel país.

Sus trabajos fueron admirados en exposiciones personales, colectivas e industriales a nivel nacional e internacional, obtuvo premios a nivel nacional e internacional.

En  vida expuso sus obras en museos en Washington, Costa Rica y Tegucigalpa.

Después de su muerte, sus obras se encuentran en las mas renombradas galerías a nivel nacional e internacional: Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, El Salvador, Bolivia, Holanda, Estados Unidos y Japón.

En 1993 obtuvo el Premio Nacional de Arte “Pablo Zelaya Sierra”

Contrajo nupcias por primera vez con la también yuscaranense María Julieta Mondragón Cortés, con quien procreó a la también artista de la plástica Ángela Beatriz Valladares Mondragón.



Falleció en el año de 1994.

Por Lic. Hector Ramón Cortés
Publicado en la Revista Yuscarán, Ayer y Hoy, Numero 1, Diciembre 2012



Ana Mateo Arbizú Flores de Guardiola

La primera poetiza de Honduras y Primera Dama


Considerada la primera poetisa hondureña, nació en el mineral de Yuscarán, el 21 de septiembre de 1825. Sus padres fueron Calixto Arbizú, de descendencia vasca y de doña Santos Flores. Se casó el 30 de marzo de 1847 con el hombre que llegaría a ser presidente de Honduras  (1856-1962), José Santos Guardiola Bustillo. Gracias al preciado esfuerzo del historiador nacional, Darío González, hemos podido reconstruir la descendencia de ambos.  El primogénito Gonzalo, nacerá en Comayagua, en 1848 y morirá, en 1903. Gonzalo fue un dedicado hombre de letras en su tiempo;  único varón de la familia; le seguiría Guadalupe, nacida el 8 de mayo de 1849 y muerta el 3 de mayo de 1944.

Francisca será la tercera hija quien naciera el 3 de agosto de 1850 y muriera en abril de 1927. 
Galatea, la cuarta hija, nació el 31 de mayo de 1857 y moriría en Cuba, el 3 de julio de 1910. Fue la esposa del militar cubano, de origen polaco, Carlos Roloff. Genoveva, nació el 10 de julio de 1958 y murió en Nueva York el 14 de diciembre de 1926. Su cadáver fue repatriado a Cuba, donde descansa en el panteón de Santiago, al lado de los de su esposo, Tomás Estrada Palma, primer presidente cubano.  Gumercinda, nació pero murió aún siendo niña. La última de la familia Guardiola-Arbizú, Guillermina, nació el 18 de mayo de 1861, un año antes del asesinato de su padre y murió el 27 de febrero de 1944.  Ana Mateo, murió en 1903

Su primer trabajo literario circuló en Tegucigalpa poco después de su boda, en honor a la muerte de su padre. Otra de sus primeras composiciones fue publicada en el Diario La Gaceta de la ciudad de Comayagua, el 22 de agosto de 1865, con ocasión de la muerte de su hija Gumersinda acaecida el 11 de Julio de 1865.


Por Lic. Hector Ramón Cortés Cáceres.
Publicado en la Revista Yuscarán, Ayer y Hoy, Numero 1, Diciembre 2012






Almira Stillwell Cole Ferguson


Firma de Almira Stillwel Cole y Philip Mills Jones
en su Acta Matrimonional , Yuscarán 1892

Por Lic. Hector Ramón Cortés C.
Hija de H. W. N. Cole Ingeniero en Minas nombrado el 17 de septiembre de  1883 como agente consular de los Estados Unidos en Yuscarán, su padre trabajo a las órdenes de Jacobo P. Imboden administrador de los trabajos mineros de la familia Fortín.
Su historia es tristemente fascinante, nacida y criada en New York donde conoció a Daniel Fortín hijo durante sus estudios en aquella ciudad, decide hacer el viaje desde Nueva York hasta Yuscarán en 1891.

Siendo una inquieta joven, que se embarca en 1891 en un viaje que sin saberlo sería sin retorno, la intención de Almira era permanecer por espacio de cinco años en Honduras, llego a Honduras como solía hacerse por el puerto de Amapala y emprende el viaje a lomo de mula hacia Yuscarán; como la mayoría de los norteamericanos toma tiempo en medio del viaje para llenar su diario e ir describiendo las pericias y experiencias del viaje con mucho detalle.

Sale de Nueva York en un barco de vapor con rumbo a Colón en Panamá, atraviesa el istmo en ferrocarril y de ahí toma otro vapor hacia Amapala. El viaje en barco de las costas norteamericanas hasta Amapala duro 16 días, permaneciendo en el puerto durante dos días, de Amapala llegaron  a la Brea antiguo lugar de desembarco cerca del actual San Lorenzo ahí la esperaba el joven Fortín junto a varios criados y mulas con la logística necesaria para el resto del viaje, de ahí en adelante el viaje será en lomo de mula hacia Yuscarán,  parten ese mismo día hasta Nacaome donde pasaron la noche,  al día siguiente continúan pasando por Pespire hasta llegar a Nueva Armenia, de ahí toman a la derecha a un pueblo llamado San Pedro y siguen bajando hasta llegar al valle de Yeguare que ya iniciaban a llamarlo El Zamorano. Ahí llegan a la hacienda San Francisco, originalmente un antiguo convento convertido para ese tiempo en una próspera hacienda que pertenecía a la familia Fortín Ordoñez donde es atendida por doña Mariana Ordoñez esposa de don Daniel Fortín.


El 21 de octubre del año 1892 Almira se casa en Yuscarán con el también norteamericano  Philip Mills Jones, joven ingeniero en minas nacido en 1870  en nueva York que trabajaba para don Daniel Fortín. La ceremonia civil fue realizado por el entonces alcalde Don León Cortés a través del intérprete Daniel Fortín hijo y como testigos los norteamericanos  J. P. Imboden y C. U. Cleneay.

Extranjeros amigos de Almira que solicitan la creación
de un cementerio no católico en Yuscarán
El 31 de marzo de 1893, seis meses después de haberse casado, Almira muere en Yuscarán. Sus amigos extranjeros y su esposo piden a la alcaldía un terreno para enterrarla que no sea en el cementerio católico, para lo cual la alcaldía les facilita la loma del Cerro El Coyote conocida hoy como la Misalia, donde descansan sus restos mortales. La noticia de su muerte fue recogida por el periódico New York Times.



Libro: 
Six days on the hurricane deck of a mule (Seis días en la cubierta superior de una mula)

En octubre 1893 sus amigos publican como homenaje póstumo los apuntes que Almira tomo de su viaje, el libro se titulo en ingles Six days on the hurricane deck of a mule. Traduciéndolo el titulo seria Seis días en la cubierta superior de una mula, publicado en la ciudad de Nueva York con fecha agosto de 1891 fecha en que Almira realiza su viaje a Yuscarán.

Su libro fue uno de los primeros libros que extranjeros publicaron acerca de los viajes hacia el interior de Honduras, donde especialmente se menciona a Yuscarán como su destino final. Su historia publicada en su libro póstumo ha servido de referencia a muchos viajeros que sin conocer Honduras buscan una referencia de viajes previos. En el año 2011 el libro ha sido publicado en su totalidad en formato digital y puede ser leído gratuitamente en el internet cuando ya han pasado más de 120 años de su publicación.


Por. Lic. Hector Ramón Cortés Cáceres
Publicado en la Revista Yuscarán,. Ayer y Hoy, Número 4, Marzo 2013


Profesor José Clemente Chavarría


Nació en 1858 en Salamá, Guatemala. El 15 de diciembre de 1877 alcanzó feliz término en sus estudios; después de brillantísimo examen se le entregaba su diploma de Maestro de Instrucción Primaria. Ese diploma lo autoriza la pluma del Reformador y está refrendado por el Ministro de Instrucción, el ilustre doctor Lorenzo Montúfar.

Don Clemente Chavarría demostraba amor ardiente a la enseñanza. Pronto conocieron sus excepcionales aptitudes al hallarse al frente de la Escuela Nacional de Niños de Salamá, establecimiento que estuvo a su cargo desde el año de 1878 hasta 1881. Cúpole la satisfacción de haber fundado en la misma cabecera la primera escuela nocturna de artesanos, centro que dirigió gratuitamente cerca de tres años.

A principios de 1882 recibió el nombramiento de profesor y secretario del Instituto Nacional de Varones de Oriente. Dirigía ese colegio don José María Izaguirre y desempeñaban con brillante éxito las asignaturas de enseñanza, aventajados alumnos que habían salido de la Escuela Normal de Varones, como Alberto Mejía, Lisandro Sandoval, Felipe Solano y José María Pérez. El señor Chavarría daba las clases de Pedagogía, Lógica, Geografía, Física y Cosmografía. En las postrimerías del año de 1883, separóse del citado establecimiento y a principios de 1884 se vino a esta capital donde se le confiaron las clases en varios centros de enseñanza, uno de ellos el que dirigía la señorita Dolores Nájera, centro que tuvo una época de fama y florecimiento.

En noviembre del mismo año lo contrató el gobierno de Honduras para que en compañía de los distinguidos profesores normalistas, don Carlos A. Velásquez, don Ángel Ignacio Jordán y don Rodrigo Castañeda, fundaran las escuelas superiores en varias cabeceras departamentales de aquella república; gobernada entonces por el general Luis Bográn. Desde 1885 permaneció en la cabecera de El Paraíso, hasta abril de 1889, dirigiendo la Escuela Superior de Yuscarán.

En el Colegio de Yuscarán comenzaron sus estudios don Inocente Nolasco, don Silverio Laínez, don Jacinto Rivas, don Ricardo Pineda y otros jóvenes que después figuraron en la República de Honduras. El señor Chavarría conservaba con gratitud un diploma de honor que le dio la Municipalidad de Yuscarán, el 13 de noviembre de 1886, en el acto solemne de la distribución de recompensas a los alumnos del establecimiento. Al regresar a Guatemala el señor Chavarría recibió el nombramiento de inspector de escuelas nacionales de los departamentos de la Baja y la Alta Verapaz y al desempeñar este empleo con verdadera dedicación, fundó las academias de Salamá, del pueblo de Rabinal y de San Jacinto. Falleció en Escuintla,  Guatemala en 1923.

Investigación y recopilación Lic. Héctor Ramón Cortés Cáceres.
Publicado en la Revista Yuscarán, Ayer y Hoy, Número 3, Febrero 2013


Profesor Inocente Orellana


Nació en Esquipulas, Guatemala,  el día de los santos Inocentes, el 28 de diciembre de 1859.  Ya en la escuela pública tuvo como maestros a don Alfonso Mejía, hondureño, y a don Santiago Urbizo. En esa misma escuela estudiaba Pedro Nufio y José Inocente Orellana, sus eternos amigos y compañeros.

La humilde escuela del Maestro Santiago Urbizo en Chiquimula estaba destinada a dar dos ilustres maestros. Por sus meritos fueron becados, con muchas luchas y vicisitudes.  Inocente logró adquirir su título de Maestro de Instrucción Primaria, en febrero de 1882. Después de tres años de constante y penosa labor enfermó gravemente de viruelas, quedando imposibilitado y casi ciego.

Un año después, en 1885, recibió invitación de parte del señor profesor don Clemente Chavarría, que a la sazón dirigía el Colegio de la ciudad de Yuscarán, para que le ayudara como profesor del mismo establecimiento. Habiendo aceptado tal invitación, partió hacia Guatemala y en compañía del señor Chavarría marchó hacia Yuscarán, esto pasaba en 1886. En aquel tiempo la “Sultana de Oriente” estaba en el apogeo de su grandeza. Tenía gran movimiento por los trabajos de minas y se levantaban capitales fuertes. Con el apoyo decidido de la sociedad y con la magnífica dirección del señor Chavarría, el Colegio de Yuscarán llegó a sobreponerse a los demás de su índole que existían en el país.

                Nos cuenta el señor Orellana que en Yuscarán él pasaba encantado de la vida, a pesar de que trabajaba intensamente porque no sólo servía varias asignaturas en el colegio sino que también daba clases a domicilio.

                A la sombra protectora del Profesor Chavarría, que era un buen pedagogo, pudo aumentar con provecho don Inocente su experiencia en el magisterio.

                Por esta época tuvo la suerte el Colegio de contar, entre otros Profesores de verdadero mérito, a los distinguidos jurisconsultos guatemaltecos Licenciados don J. Vicente Martínez y don Vicente Saenz, que habían venido a nuestro país como emigrados de su patria, lo mismo que el Bachiller y Profesor don Víctor Chavarría, de mucha actividad y sólidos conocimientos, que más tarde, en el año de 1900, fundó en compañía del talentoso hondureño, Licdo. Don Francisco Argueta Vargas, el Colegio “El Porvenir”, de esta capital, que después estuvo dirigido y  regentado sucesivamente por los Licenciados don Esteban Guardiola y don Antonio R. Vallejo. Volvió a Yuscarán don Clemente, pero por asuntos de familia pronto regreso a su patria, por lo que fue nombrado Director en propiedad el Profesor Orellana, quien fundó al poco tiempo una escuela nocturna,  que fue de gran provecho para los jóvenes trabajadores pobres. De la mayor parte de los muchachos de su Colegio se acuerda don Inocente y con la satisfacción propia del Maestro que tenía conciencia de su labor, orgulloso de haber obtenido el mayor provecho de sus nobles afanes, trae a flor de labio los nombres de muchos de los que ahora son profesionales distinguidos, tales como los Licenciados don Marcos López Ponce, don Silverio Laínez, don Donato Fortín, don Jacinto R. Rivas y don Ricardo Pineda; Doctores don Noé Rivas y don José R. Durón; Profesores don Ramón y don Juan Raudales Portillo, don Juan Espinoza, don Manuel y don Ruperto Ordoñez, don Guillermo Cerna y don Sixto Pineda, Peritos Mercantiles don Manuel Izaguirre y don Luis Elvir. En 1889 contrajo matrimonio don Inocente con la distinguida señorita María Zavala. 

                Por dificultades económicas que por entonces se le presentaron, originadas por malquerencias políticas tuvo que renunciar de la Dirección del Colegio y elevar anclas hacia la ciudad de Guatemala, llevándose consigo a su esposa y a uno de sus discípulos más queridos, don Ramón Montoya C. destacado miembro del Magisterio Nacional.

Investigación y Recopilación Lic. Hector Ramón Cortés Cáceres.
Publicado en la Revista Yuscarán, Ayer y Hoy, Número 3, Febrero 2013




Mayor E. A. Burke (Edward Austin Burke)


Firma de E. A. Burke en un billete de loteria del Estado de Luouisiana

Mayor E. A. Burke  (Edward Austin Burke)

Nació el 13 septiembre 1839 en Louisville, Kentucky, de ascendencia irlandesa, fue el primer demócrata en ocupar el cargo de Tesorero del Estado de Louisiana.  Más tarde se asiló en Honduras después que se descubrió que hubo malversación de fondos del Estado de tesorería. En Honduras se convirtió en un terrateniente importante e incursionó en la industria minera en Olancho cerca de los ríos Guayape y Jalan. En Yuscarán adquirió los derechos de la Mina de Monserrat tanto la pequeña como la grande, mina de Guayabillas, minas San Isidro, El Roble, Chimborazo, Platero y  San Juan.

De 1912 a 1926, Burke ocupó varios cargos dentro del Ferrocarril Nacional de Honduras, también conocido como El Ferrocarril Nacional de Honduras, en febrero de 1926  de nuevo en Nueva Orleans logró anular todas sus acusaciones. A pesar de que Burke fue reivindicado, él decidió quedarse en Honduras donde hizo amistad con muchos políticos y gobernantes.  En 1928,  fue el encargado de dar la bienvenida en Tegucigalpa al famoso aviador Charles Lindbergh, que estaba en un vuelo de buena voluntad a través de América Central. Burke había contratado sin saberlo a Lisandro Garay como conductor, con quien realizó el primer viaje en automóvil desde la costa norte a Tegucigalpa cuando aún no había carreteras.

Burke murió el 24 de septiembre de 1928 en el Hotel Ritz de Tegucigalpa (Hoy hotel Prados). Él  murió después de  su esposa Susan Elizabeth (Gaines) que murió el 21 de julio 1916, el único hijo Lindsey, murió en el Estado Libre del Congo (África) dos décadas antes que su padre.
En Yuscarán, Los niños de esa época, ya ancianos hoy como doña Lastenia Rodríguez de Cortés, recuerdan como Burke venía por vía aérea hasta Yuscarán a repartir regalos y dulces a los niños especialmente en navidad.  Burke legó la mitad de sus propiedades a la juventud de Yuscarán, a través del gobierno de Honduras y el resto a sus familiares en EE.UU. Debido a las medidas tomadas por el gobierno de Honduras, sus herederos en los EE.UU. no recibieron nada de la herencia.

Burke pidió ser enterrado en Yuscarán, su lugar de descanso se encuentra en el jardín sur de la iglesia de Yuscarán, de donde hace unos años desapareció la cruz y placa que marcaba su tumba. Excitamos a las autoridades a colocar nuevamente dicha cruz y placa para no olvidar estos extranjeros que marcaron la historia de Yuscarán.

Por Lic. Hector Ramón Cortés, publicado en la Revista Yuscarán, Ayer y Hoy, diciembre 2012
Fuentes: Tesis de Yuscarán por Perla Moss, Wikipedia y doña Lastenia Rodríguez de Cortés.

Abogado y Notario Roque Jacinto Rivas


Veterano Maestro, Jurista, Historiador y Humanista, don Jacinto Rivas, sobresaliente compatriota, que toda su vida la dedicó  a penetrar en conocimientos encomiables llenos de decoro; en hacer el bien y en orientar con  sanos consejos a quienes a él recurrían. Es algo importante conocer en parte su trayectoria biográfica para adentrarse en lo útil que fue cuando sus energías físicas se lo permitieron.

Nació en Yuscarán, departamento de El Paraíso, el 16 de agosto 1873, siendo hijo del matrimonio  formado por don Noé Rivas y doña Tomasa Colindres. En la época que tocó en suerte ingresar a una escuela primaria, era muy difícil, por la escases de maestros y la paupérrima situación económica que agobiaba a todo el país, pero pese a todas esas  barreras, él paso su primara en el lugar de origen.

Por algunas circunstancias, después de haber aprobado con notas sobresalientes su instrucción primaria y siempre con el deseo de superación, se trasladó a la hermana República de El Salvador, donde fue ampliamente recibido por algunos amigos suyos, y dadas sus maneras amables y cordiales, se hizo de muchísimas amistades. Decidiendo enseguida ingresar a un Colegio de esa tierra cuzcatleca. Indudablemente tenía que triunfar, honrándose en formarse de Bachiller en Ciencias y Letras y Pedagogía. Abrigándole siempre el deseo, con su espíritu inquieto y su afán de superación de El Salvador, se trasladó a la hermana República de Guatemala, donde estudió Leyes y después de rendir su examen general en la máxima casa de estudios y en ceremonia especial, le fue otorgado el hermosísimo galardón que lo acredita como Abogado y Notario.

Después de una larga ausencia de nuestro país y de su ciudad Yuscarán, regreso don Jacinto, con grandes conocimientos y con grandes experiencias para ponerlas en práctica acá en nuestro terruño. Es así como daremos a conocer algunos cargos públicos, los cuales supo desempeñarlos con capacidad, honradez y buena voluntad: Gobernador Político; Director  del Colegio de Segunda enseñanza de Yuscarán, Sub secretario y Encargado del Ministerio de Hacienda; Profesor del Instituto Nacional; Fiscal de la Corte Suprema de Justicia y de Apelaciones. Miembro de la Sociedad de Geografía e Historia de Honduras,  colaborador de la Revista del Archivo y Biblioteca  Nacional. Director de la escuela nocturna de artesanos de Yuscarán en 1897 trabajando ad honoren. Presidente de la sociedad anónima Imprenta Morazán y Director del Periódico de Yuscarán “El Eco del Paraíso”
Contrajo matrimonio con Francisca Córdova Serra Morazán, habiendo procreado entre sus hijos al licenciado Roberto Rivas Córdova, P.M. Carlos Rivas Córdova y a la honorable, doña María Luisa de Boquín.

Don Jacinto, residió en Yuscarán hasta sus últimos días, donde vivía una vida holgada. Pese a sus avanzados años, pasaba en constante lectura en su biblioteca privada. Don Jacinto fue un hombre ejemplar que honra mucho a Yuscarán y por ende a toda la nación. Murió en Yuscarán el 24 de junio de 1972 a los 99 años. Descansa junto a los restos de su esposa en el cementerio de la Familia Córdova.

Fuente consultada: Monografía de la ciudad de Yuscarán, Eliseo Romero, Año 1969.
Publicado por Lic. Hector Ramón Cortés en la Revista Yuscarán, Ayer y Hoy, Numero 4, Marzo 2013



Profesor Ramón Montoya Cerrato

Firma de Ramón Montoya C.
Museo Casa Fortín - Yuscarán
Este incansable luchador de la filas del magisterio nació en el pueblo de Jacaleapa  Departamento de El Paraíso, el 31 de agosto de 1871. Fueron sus padres don Esteban Montoya y doña Magdalena Cerrato de Montoya, originarios,  el primero de  Yuscarán y la segunda, del pueblo de Santa Lucia, departamento de Francisco Morazán.
Cuando apenas contaba con ocho años de edad la muerte le arrebató su buena madre. Poco tiempo después  de tan triste suceso su padre se trasladó con toda la familia a Danlí, donde por entonces fijó su residencia. En este último lugar continuó el niño Montoya frecuentando la escuela, con mucha irregularidad, por las dificultades que es fácil deducir, dada la falta de su madre.
              
Como el mal nunca anda solo, pocos años después de haber muerto la autora de sus días, y cuando iba a cumplir trece años de edad, murió también su padre, faltándole con esta nueva desgracia el único apoyo que le quedaba en el mundo. Huérfano entonces y sin recursos de ningún género se trasladó a Yuscarán, en 1889, donde había un Colegio de Segunda Enseñanza, dirigido atinadamente por el Profesor don J. Inocente Orellana distinguido pedagogo guatemalteco. Al principio tuvo dificultades para ingresar en el    establecimiento, ganándose la vida mientras tanto, trabajando como aprendiz de sastre.  Mas como sus deseos vehementes eran seguir una carrera literaria, insistió de nuevo logrando al fin ser admitido como alumno sirviente en el centro aludido, en el año de 1891. El Profesor Orellana lo favoreció con su cariño el cual procuró merecer, siendo atento y servicial. Se aplicó de tal manera al estudio el joven Montoya que, a pesar del tiempo que involuntariamente había perdido, alcanzó ese año un progreso notable. Un día su maestro lo llamó aparte y le dijo que el Colegio sería clausurado después de practicados los exámenes, por falta de fondos para su sostenimiento, y que él se marcharía con dirección a Guatemala; añadiendo que si él (Montoya) quería seguirlo, podía llevarlo en su compañía, propuesta generosa que al punto fue aceptada por don Ramón, lleno de júbilo y reconocimiento.

                En el mes de diciembre de 1891 hicieron el viaje de referencia, pese a no haber cursado aún toda la enseñanza primaria, logró una beca y ese mismo día se emitió el acuerdo concediéndosele una plaza como alumno becario en la Escuela Normal para que hiciera estudios de Maestro de Instrucción Primaria y Complementaria. Como no tenía la preparación suficiente pasó un año en la Complementaria, habiendo hecho en ese tiempo dos grados que le faltaban para pasar al primer curso de estudios normales. En los cuatro años siguientes  cursó y aprobó todas la asignaturas que la ley fijaba para obtener el título de Maestro de Instrucción Primeria y complementaria, lo mismo que el de Graduado en CC y LL., que por gracia  especial se le concedió, previo al examen respectivo. Esto sucedió en noviembre de 1896.

Establecimiento particular regentado por don Santiago de Guardiola, súbdito español. Un día de tantos, al pasar por el Instituto, el portero le entregó un telegrama que de Yuscarán le dirigía su antiguo maestro, el Profesor Orellana, que hacía poco tiempo había regresado a Honduras, en el que le llamaba para que viniera a colaborar con él en el Colegio de Yuscarán, abierto nuevamente. No pudiendo desoír la voz del maestro, decidió volver a su solar nativo, después de cerca de ocho años de ausencia.
 
                El 19 de mayo de 1899 llegó a Yuscarán y el día siguiente comenzó sus tareas en el Colegio, pues aunque el señor Director le manifestara su deseo de que concediera algún descanso, no quiso porque los alumnos habían perdido mucho tiempo y era preciso reponerlo cuanto antes.

                Como había escasez de profesores, el Director le encomendó la enseñanza de siete asignaturas de las más difíciles, con el carácter de profesor interno. Aceptó de buen agrado porque tenía frescos aún los conocimientos y sobre todo, se sentía con fuerzas suficientes y mucho entusiasmo y amor hacia la profesión.

                El Colegio muy pronto volvió a languidecer, siempre por la misma causa: escasez de dinero para su sostenimiento. Después de los exámenes de fin de curso, el Director, señor Orellana fue contratado para ir a Juticalpa a ponerse al frente de otro establecimiento análogo y le manifestó que su deseo era que permaneciese prestando sus servicios en el Colegio de Yuscarán, por más que para él sería de mucho gusto que lo acompañara a su nuevo destino. Siguió don Ramón en su querido terruño, actuando entonces como Director del Colegio el Licenciado don Jacinto Rivas, a quien sustituyó poco tiempo después el de igual título, don Ricardo Pineda.

                Por graves alteraciones ocurridas en la salud del Profesor Montoya, a consecuencia del exceso de trabajo, interpuso su renuncia, la que fue aceptada. En seguida desempeñó el cargo de Profesor de los niños del Licenciado don Gilberto Larios, cuya familia residía en la Hacienda Colon, en el Departamento de Choluteca. Permaneció en dicho lugar por dos períodos escolares, de 1901 a 1903.

                Muy pronto dejó de ser empleado de comercio para estar fuera de su elemento. Volvió a su misión de maestro, tomando a su cargo la enseñanza de varios niños pertenecientes a las familias principales, mediante contrato particular.

                En el año de 1905 se hizo cargo de la Dirección de la Escuela de Varones de la misma ciudad de Yuscarán, cargo que desempeñó durante los años de 1905, 1906 y 1907, hasta mediados de 1908, ya que por dificultades económicas del tesoro municipal, fue clausurada la Escuela de referencia.

                Se trasladó entonces a la capital donde encontró ocupación en la Escuela Normal de Varones. Desempeñaba en ese establecimiento el modesto cargo de Instructor Segundo cuando fue nombrado Director General de Instrucción Primaria; esto en septiembre del propio año de 1908. Estuvo en ese empleo hasta mayo de 1909 en que fue suprimida la Oficina antes dicha por razones de economía, según lo entendió el entonces Presidente de la República, General don Miguel R. Dávila.

Volvió a la Normal de Varones con el nombramiento de profesor de varias asignaturas y Secretario con funciones de Sub-Director, empleos que tuvo hasta el año de 1915 en que dejó de ser Director el inolvidable Maestro Don Pedro Nufio.

                Teniendo el señor Montoya en sus manos el título de Bachiller, resolvió seguir la carrera de Abogado, para lo cual se matriculó en la Escuela de Derecho y Notariado, el año de 1897, estudios que abandonó.

                En 1917 fue designado para la Dirección de la Escuela Normal de Varones el Doctor Don Manuel F. Barahona, quien llamó a don Ramón para que desempeñara el cargo de Profesor de Matemáticas, Ciencias Naturales  y un curso de Pedagogía. Esta tercera etapa de su labor en la Normal duró hasta el 31 de enero de 1921 ya que tuvo que dejar el país para fijar su residencia en la ciudad de Guatemala. Luego, después de haber llegado a este lugar encontró trabajo como Profesor en la Escuela Normal Central de Varones.

                Durante su permanencia en la ciudad antes dicha que, fue de ocho años, desempeñó los cargos de Profesor en las Escuelas Normales de ambos sexos e Inspector Técnico de las Escuelas Primarias y de los Colegios Privados de la capital chapina.

                Regresó al país mediante llamamiento que se le hizo, a principios de marzo de 1929, para que viniera a ocupar el puesto como  Vocal del consejo Nacional de Educación Pública. En este puesto permaneció hasta el 30 de abril de 1930. Desde esta fecha, por motivos de enfermedad, especialmente de la vista, sin duda debido al trabajo fatigoso e incesante, se ha retirado del servicio activo en la enseñanza, pero su espíritu de maestro se manifiesta en toda ocasión. Nuestra Escuela, para el caso, ha recibido su acción benefactora, obsequiándole un numeroso y magnifico lote de libros para su Biblioteca, lo mismo que varias y valiosas muestras de minerales para el pequeño museo que estamos formando. Por otra parte, con frecuencia nos visita y aún nos ayuda en nuestras labores docentes, dándonos oportunos y sabios consejos que mucho le agradecemos.

                El que esto escribe tiene algo que agradecerle eternamente a don Ramón: cuando trataba de solicitar beca para hacer sus estudios en la Normal, así como el señor Orellana le indicara el camino en caso semejante, al que había de ser después abnegado maestro, él, don Ramón Montoya Cerrato, no sólo dijo a su favorecido lo que debía hacer, sino que de su propia mano escribió la solicitud respectiva.

                Y nos cuenta, que a pesar de la difícil situación económica por que atraviesa, tiene para obsequiar a las escuelas. ¡Hechos nobles que nos dicen de un corazón generoso!
!Loor al Maestro que ha sacrificado su existencia en bien de la juventud! La Escuela “Alvaro Contreras” siente intima complacencia al rendirle este homenaje de simpatía y reconocimiento, honrándose a la vez al dar su nombre a una de sus aulas.


Martin Alvarado, Tegucigalpa, 17 de septiembre de 1933, Revista del Archivo y Biblioteca Nacionales.
Investigación y Recopilaciones Lic. Héctor Ramón Cortés Cáceres, Publicado en la Revista, Yuscarán, Ayer y Hoy.


Lucita - Luz Maria Hernandez Castro

¿Cuántas veces habrá deseado volver a nacer Luz María Hernández Castro?
La idea de gozar de nuevos sentimientos y/o de esa amarga sensaci
ón de asombro o de rechazo la torturó por mucho tiempo hasta que, con la carga de los años, ella logró la tranquilidad. Luz María ha perdido la memoria.

Luz Maria "Lucita"
Y debe ser  difícil deshacerse de los recuerdos, aunque éstos haga tanto daño como el sufrido por esta simpática ancianita de tan sólo 80 centímetros de estatura a quien los médicos calcula unos 72 años de edad, un estimado que no parece coincidir con la vitalidad que luce orgullosa frente a las escasas visitas que llegan hasta este pueblo donde ella reside. Doña Francisca, una amable matrona de 90 años que desde hace 30  se hizo cargo de cuidar a Luz, relató a LA TRIBUNA su historia allá en el interior de su acogedora casita ubicada en la punta de un cerro en medio de Yuscarán, una población de unos dos mil habitantes en  El Paraíso. 75 kilómetros al Oriente de Tegucigalpa. Así cuenta Panchita la vida de Luz María:

Hace unas siete u ocho décadas nació en Candelaria, El Salvador, una pequeña con extremas deformaciones físicas que sin esforzarse se ganó la repulsión no sólo de su familia, sino de su madre, la mujer que cuando era una infante la regaló a su abuela y se olvidó de su existencia. Luz María jamás vivió a saber de sus padres. Y la vida de aquella pequeña se convirtió en la de un “cachorrito” que pasa “regalado” de unos a otros. Cuando la generosa abuela de Luz María estaba agonizando, la regaló a su madrina con quien la niña se hizo adolescente en Santa Ana, El Salvador. Antes de cumplir los 16 años, aquella enanita tuvo un terrible accidente que la dejó fracturada y su madrina se vio obligada a ingresarla en el hospital estatal. Poco tiempo tenía la jovencita de estar interna cuando un médico abusando de su inocencia y debilidad la violo causándole terribles daños físicos y mentales. Luz María quedó embarazada, pero fue retenida en el mismo escenario de aquel inhumano acto seguramente para evitar un escándalo público, hasta que su hijo nació por una operación cesárea. Jamás se supo el nombre del padre de su vástago.


Panchita Diaz
Con su hijo en brazos, la perturbada, mujercita regresó con su caritativa madrina. En el seno de aquel lugar apenas  si pudo ver crecer a su niño antes que fuera objeto de la más angustiosa pesadilla. Luz María (ya tendría unos 20 años) se dedicaba a hacer mandados a su madrina, una sastre que había empezado a recibir con frecuencia, la visita de una pareja de “maromeros” que trabajaban en un pequeño circo que había llegado al pueblo. Una tarde, cuando la joven iba a comprar unos hilos a su madrina, fue convencida por estos “amigos” y se dejó acompañar hasta que ellos la tomaron por la fuerza y huyeron con ella.

Luz María resultaba un buen negocio en aquel tiempo. La gente pagaba por verla, sobre todo en las poblaciones del interior de El Salvador y luego de Honduras, a donde vino a parar aquel par de “payasos”. Luz María era objeto del peor trato; para aquella pareja la joven no era humana, sino un monito gracioso que les daba para vivir y comprar alcohol porque encima, los “patrones” de Luz eran ebrios.

Al cabo de muchos años, la enanita ya se había acostumbrado a esta vida cuando fue botada. Se trataba de un impulso de su “dueño” a quien ella no pudo conseguir el aguardiente que esperaba se lo diera fiado. Tanto se irritaba aquel hombre que la golpeó salvajemente hasta dejarla completamente irreconocible. Le quitaron su vestido y la cubrieron con un pedazo de manta El la creyó muerta.


Pero a Luz le quedaba aun un hilito de vida. Ella siempre había tenido la idea fija de volver con su hijo y probablemente esta ilusión le dio fuerzas para continuar con vida. Alguien que la vio tendida en la calle la hizo ver por un médico, la curaron y la trajeron a Tegucigalpa.

Panchita Díaz, una hondureña que junto a su marido se ha dedicado al negocio de los cerdos, estaba en Tegucigalpa cuando un señor que recuerda nada mas como Joaquín, la llamó y le preguntó si quería llevarse un “monito”. Doña Francisca quiso saber de qué se trataba y se encontró con Luz, para ese tiempo con 40 años de edad, aproximadamente. Cuenta doña Panchita, que cuando ella le preguntó si quería irse para Yuscarán con su familia, aquella enanita emocionada le dijo que si y la llamó mamá. De aquel día a esta fecha han transcurrido ya unos treinta años.

Luz María ha vivido en el seno de este lugar desde aquella época. Ella se dedica a hacer mandados, barre y ayuda a Panchita en los quehaceres de la casa. Cuando le preguntamos cómo se sentía,  Luz dijo a LA TRIBUNA que “muy tranquila”, que le gustaba estar allí, ir al mercado a comprar y estar con Pancha, a quien aseguró querer como a una mamá.  Con una cara sonrojada, dijo que nunca se había enamorado y que le gustaba mucho la gente. Y Luz María ha tenido su recompensa. Cuando usted venga a Yuscarán puede comprobarlo: pregúntele a cualquiera por ella porque todos le darán referencia y no sólo eso, le interrogan hasta irritarlo  hasta que les convenza de que no quiere hacerle ningún daño a esta simpática enanita a quien todos llama Lucita.

Pero hay algo que Luz María nunca borró de su mente; el recuerdo de su hijo que a estas alturas debe ser todo un hombre. Panchita dice que a pesar que ella parece sentirse bien, muchas noches la sorprende llorando y que le dice: “Hay Pancha”, es que no puedo olvidarme  de “mijo”

Para 1969, poco antes de la guerra entre Honduras y El Salvador, aquel muchacho llegó hasta Tegucigalpa siguiendo el rastro que había dejado su diminuta madre. Dice Panchita que incluso llegó hasta la casa de una de sus hijas, localizada en El Reparto, a preguntar por su mamá y que allí le indicaron que se encontraba bien en Yuscarán y le dieron la dirección. Pero para desgracia suya y de Luz, el muchacho fue uno de los primeros salvadoreños capturados por la policía y devueltos a su país cuando el conflicto llegó a agravarse. Nunca más se ha sabido de él.

Para ese tiempo también Luz María se llevó su susto. Su origen salvadoreño molestó a uno que otro poblador y la policía local intentó arrancarla de aquel hogar hondureño para deshacerse de ella. Panchita y su familia no lo permitieron y Luz siguió viviendo en esta pintoresca casita. Ella, durante su conversación, no nos habló de su hijo, pero a través de Panchita sabemos que su ausencia sigue haciendo daño a Luz María quien completaría su tranquilidad si volviera a verlo. El debe encontrarse en alguna parte de El Salvador o de Centroamérica. 

Lucita murió el 16 de agosto de 1988,  pero aun persiste en Yuscarán su recuerdo en la mente de muchos. 

Tomado de Día 7, Diario La Tribuna, del 27 de Junio de 1987. 
Recopilación e investigación  realizada por el Lic. Héctor Ramón Cortés Cáceres y publicada en la Revista Yuscaran, Ayer y Hoy, Número 2, Enero 2013



Getrudiz Reconco la madrina del General Francisco Morazan

Gertrudis Ramírez Vda. De Reconco
Doña Guadalupe sufrió un alumbramiento difícil al nacer su primogénito José Francisco, como fruto de su amor conyugal con don Eusebio, y por eso se había retardado la cristianización del nuevo discípulo de Cristo, pues hasta el 16 de octubre pudo efectuarse aquel acto religioso, habiendo aquél nacido el 3 del expresado mes del año de gracia de 1792.

Nos figuramos –mentalmente- los contornos de aquella sencilla y elocuente ceremonia de un hogar cristiano de nuestra amada Honduras, en plena era del coloniaje extraño, en que saliendo los concurrentes de la casa de don Antonio Pío Ortiz, situada en lo más céntrico de la naciente villa, para cumplir así con un precepto de la Religión Católica. Y vemos, asimismo, ese desfile por la antigua calle central que conduce a la Plaza de Armas, al rumbo oriente de la cual, se alza la arquitectura armoniosa de la esbelta Catedral que, como una joya maravillosa, puso en el corazón de la modesta aldebuja, la fé arcangélica de José Simón de Zelaya; y, de pronto traspasando el umbral del sagrado recinto, dirigiéndose la comitiva hacia el interior, se encuentra frente al Tabernáculo, con el viejo Padre Cura don Juan Francisco Márquez, que en ese instante alzaba hacia el cielo sus oraciones y se preparaba a cumplir con el elevado ministerio de ofrecer el óleo, el agua y la sal al nuevo ciudadano que iba a bautizar en aquel momento solemne que Dios había señalado.

De pronto frente a la pila bautismal que donara el Cura y Vicario Lic. Francisco Alemán, en 1643, toma en sus brazos al infante la noble matrona doña Gertrudis Ramírez Vda. De Reconco, y todos los presentes en la unciosa ceremonia, se ponen en carácter, revestidos de la reverencia que corresponde a su condición de creyentes y de buenos católicos, y principia el acto ritual que el noble Padre Márquez subraya, espiritualmente, con todo el fervor quizás, del presentimiento de que aquel niño, con el correr del tiempo, llegaría a ser el máximo representativo de su tierra y de los ideales universales de la libertad humana.

Habiendo fallecido, allá por el año de 1788, el Capitán español don Bernardo Fernández Reconco, que fue Teniente de Alcalde Mayor durante muchos años en el Partido de Texiguat, que era casado con doña Gertrudis Ramírez Bonilla fue nombrado depositario de todos los bienes raíces y muebles de aquél, don Juan Bautista Morazán, y como éste se negara por primera y segunda vez a aceptar dicho depósito, fue apremiado por Juez competente para su aceptación, tomando en cuenta su honorabilidad y ser el sujeto de mayores caudales, en su época, en el mineral de San José de Yuscarán.

En 1790 se suscitó un ruidoso litigio promovido por la viuda del Capitán Reconco, reclamándole a fuertes pérdidas al señor Morazán, ocurridas, decía ella, en las haciendas, minas y casas de su difundo esposo; y, para su defensa, nombró don Juan Bautista, como su apoderado a don Benito Alemán, y se siguieron los trámites de ley, designándose un Juez comisionado para ventilar las diligencias en Yuscarán, recayendo tal nombramiento en don Fernando José de Avilés, y en las cuales declararon a favor del señor Morazán varios testigos, entre ellos, don Felipe Borjas, y de conformidad en el cuestionario presentado por el señor Morazán.

Es interesante la lectura de los escritos que se conocen acerca de este célebre asunto judicial, pues hay que tomar en cuenta que se trataba de propiedades valiosas que fueron estimadas en la cantidad de $ 83,814 pesos que en aquellos tiempos, se consideraba en el país como un enorme capital.

Y para el año del fallecimiento de don Juan Bautista Morazán, ocurrido en Yuscarán, a principios de 1792, las partes litigantes habían llegado a un feliz entendimiento, lo que se comprueba evidentemente en el hecho de haber sido doña Gertrudis Ramírez Vda. De Reconco, la madrina del nieto legitimo de don Juan Bautista Morazán.

Doña Gertrudis Ramírez Bonilla Vda. de Reconco, llevaba el mismo nombre de doña Gertrudis Alemán, la primera esposa de don Juan Bautista Morazán, o sea  la abuela paterna del General Francisco Morazán, y la cual fue hija legitima del Coronel español don Diego Ramírez y de la esposa de éste, doña Ana María Bonilla, con quien también procreó a don Miguel y a don Juan Francisco Ramírez, que fueron sacerdotes y ejercieron su ministerio respectivamente en Comayagua y en Guadalajara (México).

El Coronel Ramírez, que fue “vecino de este lugar, hombre de toda distinción” (como se lee en la nómina de los principales vecinos del Real de Minas de Tegucigalpa, hecha el año de 1762), cuando aquél ya había fallecido, fue casado en primeras nupcias con doña Ignacia de Herrera Casco Beltrán, dama de toda distinción por sus ascendentes venidos entre los conquistadores y colonizadores españoles, y tuvo con ella, entre otros hijos, a don Manuel Ramírez, que gozó del empleo de Teniente de Caballería de los reales ejércitos. Doña Gertrudis Ramírez, procreó con su esposo un hijo llamado Lucas Reconco Ramírez, y falleció en esta población el año de 1809 siendo sepultado en el Convento de la Merced.

Y, así termina este sencillo relato, como los cuentos clásicos en que, los protagonistas o sus descendentes, al parecer irreconciliables, terminan sus desavenencias terrenales, dándose un abrazo fraternal, frente a la Gracia Suprema de Dios.

Escrito por  Justo Pérez, Tegucigalpa, D.C., 16 de octubre de 1944, Publcado en la Revista Yuscarán, Ayer y Hoy por el Lic. Hector Ramón Cortés, Número 1, Diciembre 2012
Fuente: Revista del Archivo y Biblioteca Nacional, 14ava Edición.