martes, 5 de noviembre de 2013

La mina de Guayabillas y el mineral de Yuscaran

Por William V. Wells
Ingenio de la mina de Guayabillas, año 1887
Esta mina es una de las primeras en ser descubiertas en Yuscarán junto a la mina Quemazones, la mina Guayabillas llego a ser considera la mina de Plata más rica de Centroamérica,  existen muchas historias en cuanto a ella. El siguiente es una transcripción literal de los relatos que el norteamericano William V. Wells incluye en su libro “Exploraciones en Honduras” publicado en  1857, antes les brindo un resumen de quien fue  Wells, ya que es uno de los primeros en escribir acerca de Yuscarán y sus minas.


William V. Wells
Nació en Boston, Massachusetts, el 2 de enero de 1826. Fue educado en la escuela común de su ciudad natal, se convirtió en un marinero y oficial de la marina mercante. Después que participara en la minería y otras empresas comerciales fue un agente de capitalistas norteamericanos en la obtención de clausulas, contratos y otras ventajas de gobiernos extranjeros, viajando por ello a diversas partes del mundo, fue después cónsul general de Honduras en los Estados Unidos.

El Sr. Wells fue editor de varios periódicos en San Francisco y corresponsal de diversas revistas de diferentes partes del mundo, y es el autor de “Exploraciones y Aventuras en Honduras" (1857)

En 1856 Williams Wells vino a Honduras, específicamente para explorar la zona de Olancho, con la esperanza de lograr contratos entre propietarios locales y capitalistas norteamericanos para la explotación de minerales, especialmente el oro. El relato de Wells aunque un poco despectivo es bastante descriptivo de las condiciones socio-político-económico de la Honduras de mediados del siglo XIX. Aunque en su libro, Wells o sus editores hacen uso de algunas de las ilustraciones que aparecen en los libros de Squier, también hizo uso de los servicios de un dibujante Hondureño, al que desgraciadamente solo nombra como el “Señor L”

La Mina de Guayabillas
Unas pocas semanas antes de dejar Tegucigalpa, fui presentado al Capitán Moore, quien mandó hace tiempo una fragata pero estaba ahora retirado a media paga y por catorce años se habida dedicado al trabajo de minas de plata en Centro América. Sus ojos azules y brillantes y sus  facciones enérgicas, patentizaban una actividad y una salud que no podían esperar de su edad avanzada y de sus cabellos y barba blancos. Recientemente había importado de Inglaterra una máquina a vapor bastante costosa, que compró con el producto de sus actividades mineras en la vecindad de Yuscarán, donde tenía como empleados cincuenta hombres con un salario de un real por día y por esto al fin, estaba realizando una rápida fortuna. Los nativos,  entre quienes él es muy popular, le llaman El Capitan Morey. Me dijo que había gastado dos meses en procurarse los documentos necesarios para importar su maquinaria y por algún error corrió el riesgo inminente de que se la confiscara el Gobierno. El Capitan Moore hablaba de Dunlop, el autor de “Travels in Central America”, con quien tuvo agradables entrevistas en 1846. Dunlop se refiere a él como el único extranjero que había intentado trabajar modernamente minas de plata en Centro América. Sobre las minas se cuentan las más maravillosas historias, algunas de las cuales forman la base de leyendas similares a las relacionadas con el jugoso Lago de Parima, “El Dorado”, o sea la búsqueda de la ciudad del Oro. Las más célebres minas del Estado, la mayor parte de las cuales han venido a amenos, son las de Guayabillas, Malacate, Mairena, Coloal, Tabanco, Gatal, El Plomo, Opoteca, Cuyal, San Martin, Caridad y El Corpus.

De las viejas tradiciones mineras, la que menos participa de lo fabuloso es tal vez la célebre mina de Guayabillas, todavía considerada por las viejas gentes como la mina de plata más rica que se ha conocido en todo Centro América. Mi amigo el señor Lozano, que tenía predilección por su confortable hamaca y por un buen oyente, se refirió a menudo a esta mina y de él oí relatos que corroboraban lo dicho por muchos otros.

Esta mina está situada dentro del área del mineral de Yuscarán y fue descubierta en 1771 por un vaquero Juan Calvo, quien subiendo una pendiente rocosa, hizo desprenderse una gran peña que  rodando estrepitosamente montaña abajo aró la tierra revelando, para su estupor, filamentos de plata regados entre los intersticios de las rocas, como delicadas raíces fibrosas. Tuvo el suficiente discernimiento para pensar que no le aprovecharía al hacer público tal descubrimiento aunque hubiera hecho un denuncio e informándose del método usado entonces por los propietarios de minas de plata, en una olla de hierro derritió grandes cantidades de metal sin importarle seguir la veta dentro de la montaña. “Pero”, dijo el narrador, esta prosperidad súbita era demasiado para Juan Calvo. La vanidad pudo más que su prudencia y un día en una fiesta dejó ir ciertas palabras, provocando la atención de sus compañeros, que desde algún tiempo estaban celosos al verle vistosamente trajeado, con aires enfatuados y con mucho dinero para jugar, le siguieron y el secreto se descubrió. Pronto pasó la propiedad por compra o de otra manera a manos de la rica familia Argeñal, que inmediatamente comenzó a trabajarla. Que inmensas cantidades de plata se sacaron de esta mina por muchos años sucesivos, lo testifican la tradición y la rápida población de su vecindad inmediatamente después de  su descubrimiento; pero que “$12, 000,000 se sacaran en cincuenta años”  es difícil de creer. No obstante, la historia posterior y las vastas sumas que se sabe han sido extraídas después de que se trabajó la segunda vez, casi garantizan la veracidad del relato aunque este sea prodigioso.

Se asegura que los Argeñal, después de la independencia regresaron con otras familias leales a España y que sus propiedades, una vez confiscadas se dejaron perder. La revolución, no obstante, fue incruenta en Centro América y no había razón para que aquellas familias que eran leales a la corona temieran la violencia del pueblo. No fue sino hasta 1838 que el Sr. Bennett, capitalista inglés tuvo éxito con sus socios al adquirir la posesión parcial de la mina de Guayabillas. En aquel tiempo las galerías y socavones estaban casi obstruidos con tierra y ripio, para removerlos fue necesario hacer grandes desembolsos. La empresa fue dirigida bajo un plan adecuado a la conocida riqueza de la mina.

De Cornwall se trajo un grupo de mineros, cuyos descendientes aun viven en Honduras: se aprovecharon los servicios de sabios y la mina se reabrió, después de un año de trabajo no remunerativo, bajo los auspicios de nativos y extranjeros, difícil de estimar, desde aquel periodo, la extraordinaria producción de la mina. Cerca de veinte personas viven ahora en Tegucigalpa que son propietarias de pequeñas participaciones en la empresa y por ellos supe de los dividendos semanales de la producción. La broza de esta mina, que se dice ser la más rica en Honduras, se halló cubierta con plata virgen cuando fue descubierta hace más de medio siglo. La fundición se hacía en inmensos hornos construidos cerca de los trabajo. El Gobierno parcialmente interesado en la empresa favoreció las operaciones. Los socios tanto nativos como foráneos, se hicieron ricos. Los relatos de “los buenos tiempos de Guayabillas” todavía circulan en Honduras y su antigua reputación, calificada como fabulosa, fue nuevamente ganada. Se exportaron, vía Belice, grandes cantidades a Inglaterra, donde la fama de la mina fue pronto conocida. A los trabajadores se les pagaba haciendo éstos grandes filas y se ocupaba del mediodía hasta la tarde todos los sábados para hacerlo. He aquí una ilustración de peso de lo que vale el capital, la labor y la técnica extranjera en Honduras “Pero”, continuó mi informante, “la fatalidad del país no podía tolerar tal anomalía en la historia de Honduras. Ferrera, instrumento cruel del partido aristócrata, ascendió por fraude a la presidencia; la propiedad fue confiscada; los ricos fueron asesinados o extrañados, toda la gente respetable y honesta fue proscrita; y todos los negocios trastocados y arruinados.

Al morir en Guatemala uno de los más fuertes propietarios de Guayabillas, la propiedad cayó a manos de su hermano, un abogado marrullero de la más baja índole en el partido de Ferrera. Hasta aquí la mina de Guayabillas había estado relativamente exenta de los desafueros del partido servíl, gracias a la influencia de los extranjeros, especialmente de los ingleses y de algunos miembros del citado partido interesados en la propiedad. El abogado de Guatemala. Don Felipe Jáuregui, defraudó a los herederos de su hermano; y sabiendo que a la terminación de la administración de Ferrera sería compelido a devolver la propiedad, resolvió sacar mientras tanto las mayores ventajas.


Una de las secciones de las Ordenanzas de Minería prohibía la remoción de las columnas naturales de roca y broza que soportan los techos y arcos de las minas. En la de Guayabillas se encontraron y tal como las dejaron los viejos propietarios, formadas por sólida broza y de un inmenso valor. Un soborno del rico Jáuregui indujo a Ferrera y a la mayoría de los Camaradas a que se desgarraran estas Ordenanzas, de tiempos inmemoriales. Otros dueños, convencidos por los argumentos aparentemente plausibles del astuto abogado estuvieron de acuerdo; los pilares se echaron abajo y en cuatro meses, se me dijo, produjo medio millón de plata pura, pero en la siguiente época de lluvias los techos cayeron y la mina quedó arruinada. Las grandes galerías quedaron obstruidas con piedras, maderos y lodo; la maquinaria se destruyó y los propietarios extranjeros, después de disputar en vano con Ferrera, tuvieron que abandonar la empresa, desalentados. Para reabrir la mina de Guayabillas se hubieran requerido unos diez mil dólares y se aseguraba que la inversión hubiera sido buena ya que la mina estaba dando buena producción cuando fue destruida por el rapaz Jáuregui.
 

El Mineral de Yuscarán
Ningún distrito en el departamento de Tegucigalpa es tan bien conocido por los extranjeros o goza hoy de tanta reputación como éste. Ha sido el campo de trabajo de numerosas empresas algunas de las cuales amasaron grandes fortunas. La ciudad de Yuscarán se halla en el centro del distrito. Como doce minas se han estado trabajando o han sido abiertas en los últimos diez años. Las minas más refutadas en su historia son: la de Guayabillas, a cuya extraordinaria productividad me he referido antes, la de las Iguanas, en muchos aspectos con historia igual a la anterior y que aunque se sabe es rica, se halla ahora abandonada. La de El Capiro, que está en las cercanías de Yuscarán, es muy antigua y recientemente fue reabierta y la trabajan con éxito los señores Uncal y Ferrari de Tegucigalpa. La de Las Quemazones, que se trabaja con todo provecho y con maquinaria burda por una sociedad local. La Malacate, que se trabajó anteriormente con gran provecho por una compañía nacional. La Suyatal, cuya broza tiene un porcentaje de oro y es ahora propiedad del señor Fúnez, de Yuscarán, que la trabaja solamente para conservar su título de propiedad, llenando los requisitos que prevén las “Ordenanzas de Minería”, cuerpo de disposiciones  legales que desde  el tiempo de los españoles no ha sufrido menor cambio. La de Monserrat, que aunque antes produjo en gran cantidad, hoy no se trabaja.  Pertenece esta mina a un señor ingles de apellido Collier casado con una señora de Tegucigalpa  (D. Jorge Collier, natural de Dublin, casado con Da. Francisca Lazo, hermana del compañero de Wells en su viaje a Olancho),  la mina del Roble, que pertenece a la familia Argeñal, produjo otrora inmensamente, pero ahora se haya abandonada. La Mina de Rivas, que según se dice, es rica y no se trabaja por falta de capital. El Corpus, vieja mina cuya riqueza increíble causó hasta duda de que el metal que de ella se extraía fuera tal, se cree está en este distrito. Todas las brozas de estas minas contienen oro.

Fuente  “Exploraciones en Honduras”, William V. Wells, 1857, BCH-EDUCA 1982
Publicado en la Revista "Yuscaran, Ayer y Hoy" número 9 agosto 2013


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