domingo, 29 de septiembre de 2013

En la calle Bolivar

Por Don Jacinto Roque Rivas


La proyectada Unión Centroamericana que se esfumó el 2 de Abril de 1885, si trajo un Namasigue, fue benéfica en las relaciones diplomáticas entre Guatemala y Honduras, iniciándose desde Septiembre de 1884 un acercamiento espiritual franco y sincero entre los dos países.  El General Justo Rufino Barrios, galantemente hizo efectivo ese acercamiento, enviando mensajeros de buena voluntad, que sembraran en el corazón de la niñez hondureña, principios de la redentora revolución de 1871. Estos mensajeros no fueron diplomáticos, ni catequistas religiosos, sino apóstoles de noble magisterio, con la resignación filosófica de Séneca, generosos y buenos, que tratan a los niños, con habilidad, prudencia y tacto natural. Puedo así afirmar de los maestros guatemaltecos que conocí y que cupo en suerte a la generación que recibimos las enseñanzas de estos maestros; José Clemente, Víctor Chavarría y José Inocente Orellana, el condiscípulo de don Pedro Nufio, modesto como éste y todos buscaban en el trabajo su descanso y en amena charla impartían más de un conocimiento útil.

En la calle de Bolívar, de esa ciudad, me encontré cierto día al Profesor Orellana y su señora esposa doña Carlota y después de rendirle expresivas gracias por el obsequio de su libro “Prosodia”, última de sus obras didácticas editadas, recordando mis alegres días de colegial en Yuscarán le pregunté: Maestro, dígame cuál era la asignatura que servía con más entusiasmo, pues siempre lo manifestaba Ud. en todas y era difícil averiguarlo.

El mejor Fiscal, me dijo, para apreciar la prueba es el alumno y Ud. convendrá conmigo que la misión del maestro es ponerlo en condiciones de ir enriqueciendo su mundo intelectual y moral para aplicar y apreciar en su valor los conocimientos y a su mentor.

Sin ofender su larga y fructífera labor pedagógica, le manifiesto que como maestro lo aprecio altamente; pero también en otro orden. Yo había oído solo villancicos y cantos profanos y los tonos musicales no dejaban en mi alma impresión alguna; mas, cuando Ud. trazó en el pizarrón el pentagrama con sus notas y sucesivamente fue imprimiendo su valor musical hasta enseñarnos himnos y canciones patrióticas, con su voz dulce y melodiosa, lo admiré como artista; también, cuando el Director don Clemente Chavarría preparaba una de sus grandes veladas festejando el aniversario de nuestra independencia y con pocos días de anticipación comisiono a Ud. para adornar el Salón de Actos Públicos con los retratos de los próceres americanos y Ud. con mano febril acometió la empresa de dibujar a crayón a los Padres de las Naciones de América, para que acompañaran a los nuestros en el Gran Día de la Patria. Bien recuerdo como se iban presentando en su caballete: Washington, Hidalgo, Morelos, Bolívar, Sucre, San Martin, Miranda etc., a la invitación de sus colegas Centroamericanos.

No recordaba este incidente de mi vida profesional y mucho le agradezco su opinión que viene a ser un rocío que refresca mi existencia, me dijo con sonrisa benévola. Pocos meses después el Profesor Orellana cerraba sus ojos para dormir el sueño eterno. Duerme en paz, querido Maestro, que tres generaciones de tus alumnos velan tu sueño y te recuerdan siempre con cariño y gratitud.   Tegucigalpa, D.C, Febrero 1 de 1944 

En el ejemplar número 3 del mes de febrero de esta revista, publicamos fotografías e información sobre los maestros a que hace referencia el extinto abogado Don Jacinto Rivas.

Fuente: Revista del Archivo y Biblioteca Nacional de Honduras, Vol. 22, 
Publicado en la Revista Yuscarán "Ayer y Hoy" Número 8, de Agosto 2013


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